El caso empezó en abril de 2021, cuando el Real Madrid, el Barcelona y otros diez clubes anunciaron la Superliga.
EUROPA – La Superliga, el proyecto de doce clubes de fútbol para crear una liga al margen de la UEFA, se juega su futuro en la corte europea. El TJUE debe resolver si las normas de la UEFA son contrarias al derecho de la competencia o si buscan objetivos legítimos de organización y promoción del deporte.
El caso empezó en abril de 2021, cuando el Real Madrid, el Barcelona y otros diez clubes anunciaron la Superliga, una liga cerrada que competiría con la Champions League. La UEFA y la FIFA amenazaron con sanciones a los clubes y a los jugadores que participaran.
Podría acabar el proyecto
Los promotores de la Superliga denunciaron a las dos entidades deportivas ante un juez español, que les concedió medidas cautelares para impedir represalias. El juez planteó una cuestión prejudicial al TJUE para que aclarara si las normas de la UEFA vulneran el derecho de la competencia de la UE.
La Superliga defiende que su proyecto es beneficioso para los aficionados y para los clubes, ya que aumentaría la calidad y el interés de los partidos, así como los ingresos y la estabilidad financiera. Además, acusa a la UEFA de ejercer un monopolio sobre el fútbol europeo y de impedir la libre competencia y la innovación.
La UEFA espera que el TJUE siga las conclusiones del abogado general, que se pronunció a su favor en octubre de 2022. El letrado consideró que las normas de la UEFA no son contrarias al derecho de la competencia, sino que buscan garantizar el equilibrio y la solidaridad entre los clubes y las ligas nacionales, así como el mérito deportivo y la integridad de las competiciones.
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La sentencia del TJUE, que se espera para las próximas semanas, tendrá un impacto decisivo en el futuro del fútbol europeo. Si el tribunal da la razón a la Superliga, podría suponer el fin del sistema piramidal de organización del deporte y el triunfo del criterio económico sobre el deportivo.
Si, por el contrario, respalda a la UEFA, podría frenar las aspiraciones de los clubes más poderosos y preservar el modelo actual de competición.